EL REPLANTEAMIENTO DE LAS RELACIONES DE LA EMPRESA
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EL REPLANTEAMIENTO DE LAS RELACIONES DE LA EMPRESA Por: Victor Guédez La empresa es una organización de humanos y, en consecuencia, debe ser una organización humana. Toda organización humana debe trabajar para hacer más humano al ser humano. “Cuando el hombre –afirmó Su
Santidad Juan Pablo II– es considerado más como un productor o un consumidor de bienes que como sujeto que produce y consume para vivir, se termina por alienarlo y oprimirlo”. Además de esta condición humana de la empresa, debe enfatizarse su carácter social pues ella es empresa por la sociedad, con la sociedad y para la sociedad. La empresa asegura su avance como consecuencia del progreso de la sociedad. Es imposible que exista una empresa próspera en el contexto de una sociedad fracasada. La empresa es empresa en la sociedad, así como el ser humano es humano en un ser-con–los otros. Esta conciencia del carácter social de la empresa se ha incrementado con el tiempo y todavía establece horizontes de proyección. Las exigencias de los tiempos proscriben cualquier tipo de separación, enfrentamiento, o paralelismo entre la empresa y la sociedad. Tales opciones se comprenden mejor si nos paseamos, aunque sea brevemente, por las siguientes relaciones posibles: 1. Relaciones de dominación, que se apoyan sobre el interés de la absorción y sobre el paradigma del poder. 2. Relaciones de intercambio, que funcionan con base en la idea de la transacción y responden al paradigma de la negociación. 3. Relaciones de influencia, que proceden a partir de la autoridad y la capacidad de convocatoria que se tiene, y que atienden al paradigma del liderazgo.
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4. Relaciones de solidaridad, que representan aportes sin esperar nada a cambio y que se inspiran en el paradigma de la filantropía. 5. Relaciones de sinergia, que se orientan hacia un sentido de corresponsabilidad y se inscriben en un paradigma del bien colectivo. Los dos últimos tipos de relaciones son necesarios, en sentido general, pero lo son en grado superlativo en las naciones que no han alcanzado una condición de desarrollo. En este marco, se impone reivindicar la idea de las “ventajas cooperativas” ya que ellas remiten a la capacidad que las empresas tienen de asociarse con otras organizaciones, así como el enraizamiento orgánico con la sociedad en donde actúan. Actualmente, sobrevivir es convivir y no se puede vivir sin sobrevivir ni convivir. Lo que se impone es una cultura empresarial de la convivencia y de la sinergia con las instituciones públicas y privadas y, en general, con la sociedad en su conjunto. No es distorsionado adoptar aquí la letra y el espíritu del
siguiente fragmento del poema “Piedra del Sol” de Octavio Paz: “... para que pueda ser he de ser otro, /salir de mi, buscarme entre los otros, /los otros que no son sí yo no existo, /los otros que me dan la plena existencia, /no soy, no hay yo, siempre somos nosotros”. Apoyados sobre esta expresiva visión debemos sostener que las organizaciones sobreviven en la medida de que dan y reciben, de que comparten y aportan, de que crecen y hacen crecer, de que tienen conciencia de los límites y sentido de los privilegios. Relaciones Estado, empresa y sociedad Pero, además de la relación con la sociedad, la empresa debe establecer adecuadas y fructíferas relaciones con el Estado. La idea es conformar y reforzar un triángulo entre el Estado, la empresa y la sociedad. Para entender la dinámica de estas relaciones debe recordarse que el propósito último de la función económica es fomentar el bienestar de la
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sociedad. En el marco de la economía de mercado, ese propósito se realiza con base en acciones de competencia. En este punto aparece la distinción de funciones entre el Estado y la empresa. Al Estado le corresponde garantizar un ordenamiento socioeconómico justo, así como un adecuado respeto de los derechos humanos. El Estado, en este sentido, debe
asegurar no sólo un bienestar económico sino un espacio propicio para el despliegue de los valores de la sociedad. En este marco la empresa debe producir la riqueza necesaria así como las respuestas de colaboración que atiendan sus relaciones con la sociedad. Dicho en forma más directa: la empresa debe producir riqueza y el Estado debe favorecer las políticas que permitan una mejor distribución de esas riquezas en la sociedad. Pero, por encima de estos énfasis, la empresa y el Estado deben asumir una
responsabilidad orientada hacia el bien colectivo. “Una empresa no es sólo una comunidad de personas para fabricar productos y prestar servicio. En primer lugar, es una organización de personas, esto es, una organización social. Y así se define la relación entre el Estado, que determina el
ordenamiento económico y social, y su operatividad a través de normas jurídicas, y la empresa, que define su espacio ético en el que asume la eficiencia económica en la prestación de productos y servicios y la responsabilidad societaria que contribuye a su propia legitimación. Lo social no es un añadido a lo económico, sino que es parte constitutiva de lo económico. Es parte constitutiva de la función societaria de cada una de las empresas, y de cada una de las instituciones singulares”. (Santiago García Echeverría. En “Ética y empresa: una visión multidisciplinaria”). Para entender mejor estas relaciones podemos recurrir al ejemplo de cómo se desenvuelven tales relaciones en el territorio específico de la responsabilidad social que deben ejercer las empresas. Veamos primero la imagen para luego hacer las anotaciones que correspondan.
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MODELO DE COMPLEMENTACION ESTADO, EMPRESA Y SOCIEDAD
Prioridades del Estado
Necesidades de la Sociedad
Capacidades de la Empresa
Como se observa existen tres criterios esenciales para promover la concurrencia de esfuerzo en materia de acciones sociales eficientes. Las prioridades del Estado constituyen el primer criterio que muestra el modelo en cuestión. Ellas revelan los planes de desarrollo así como las líneas estratégicas que están previstas en el campo social, luego de los procesos técnicos propios de una adecuada planificación. En seguida localizamos las necesidades de las sociedades, y especialmente de las comunidades, que ponen de manifiesto algunas realidades de mayor exigencia y atención. El triángulo cierra con las capacidades de la empresa que significan las mejores competencias, las posibilidades más enfocadas y las disposiciones más interesadas de las empresas. Estos criterios convergentes entre el Estado, la sociedad y la empresa son la mejor garantía para que la responsabilidad social de la empresa se ejerza de manera eficaz, eficiente y efectiva. La eficacia vendría dada por la orientación adecuada de la acción; la eficiencia procedería de asegurar una gestión correlacionada con los recursos, tiempos y posibilidades disponibles; finalmente, la efectividad expresaría un impacto abarcador y expansivo sobre la población y el sector más necesitado. Al hablar de las relaciones entre Estado, empresa y sociedad aparece el tema de la confianza como el factor que sustenta toda la articulación. Cuando las relaciones se establecen a partir de la fuerza prevalece el
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concepto de poder que es capaz de premiar o castigar, pero cuando las relaciones se construyen a partir de la confianza priva el concepto de autoridad que es capaz de generar influencias y lealtades. Entre el Estado, la empresa y la sociedad puede existir confianza o desconfianza, y dependiendo de la prevalencia de una u otra actitud se producirán visiones distintas y se disminuirá o aumentará la sensación de vulnerabilidad y riesgo. La confianza es condición de convivencia social y requisito para el adecuado funcionamiento de las relaciones que se establecen con la sociedad. Realmente, la confianza es una especie de lubricante que favorece que las relaciones entre el Estado, la empresa y la sociedad, funcionen con transparencia y eficiencia. Entre el Estado, la empresa y la sociedad no deben establecerse comparaciones ni competiciones, por el contrario, debe privilegiarse el concepto de “ventajas cooperativas”. Estas proceden de aceptar que, más importantes que lo que se tiene o se sabe es lo que se hace con lo que se tiene y se sabe, según el propósito de compensar las debilidades y de afianzar las fortalezas de cada sector. Con Francis Fukuyama podemos repetir que “la cooperación... es la suma total de todas las normas, regulaciones, valores y comportamientos compartidos que permiten... trabajar en conjunto en una sociedad”. Principios que pautan las relaciones de la empresa con su entorno El significado de las relaciones establecidas permite hilar más fino acerca de los principios que pautan la relación de la empresa con su entorno. Estos principios son la corresponsabilidad, la subsidiaridad y la reciprocidad. Sobre la corresponsabilidad conviene recordar que la sociedad
contemporánea es un tramado tejido de organizaciones e instituciones que interactúan en función de una interdependencia creciente. Podría decirse que en nuestra sociedad todo se relaciona y que difícilmente puede comprenderse algo independientemente de esa visión de totalidad. Pero no
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sólo hay relaciones en todo, sino que también aparecen responsabilidades en casi todo. Las empresas en particular le deben a la sociedad su origen y, además, enfocan su destino en función de la prospectiva de la sociedad. En consecuencia, tienen una responsabilidad que comparten y
complementan con las responsabilidades de otras organizaciones e instituciones de la sociedad. Esa posibilidad de ejercer responsabilidades orientadas socialmente, así como la de compartir, complementar y reorientar las responsabilidades de acuerdo con realidades más exigentes, revelan el sentido esencial del principio de la corresponsabilidad. Corresponsabilidad no significa delegar mi responsabilidad en otro, más bien refleja asumir mi propia responsabilidad en el marco de una responsabilidad compartida con otros y orientada hacia un propósito común. Además, la empresa es responsable por lo que haga y corresponsable por lo que hagan las otras y por lo que haga con las otras. Con Adela Cortina, podríamos repetir que "las organizaciones y las instituciones tienen una responsabilidad social innegable, no sólo porque sus opciones repercuten en la sociedad, sino también porque los fines que persiguen son sociales” Luego de la corresponsabilidad encontramos el principio de la subsidiaridad que, en términos simples, consiste en apostar y aportar a otro para que amplíe la posibilidad de hacer lo que le es concerniente debido a su particular competencia. Es facilitarle a otra entidad para que haga lo que se ajusta más a sus capacidades que a las mías. En este sentido, se le
proporcionan los recursos y se le consolidan las capacidades que le hacen falta a otra entidad para que haga mejor lo que sabe hacer y lo que yo no puedo hacer. Más allá de esta versión escueta, tendría que advertirse que una entidad social de orden superior no debe interferir en la vida interna de un grupo social de orden inferior, con pretensiones de privarla de sus competencias particulares, por el contrario, debe ayudarla a coordinar su acción y a potenciar sus capacidades con el propósito de favorecer el bien común. Lo justo es respetar y promover las iniciativas de otras entidades, así como complementar y delimitar el papel del Estado para evitar
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excesivas y arriesgadas intervenciones. Este es el punto clave que deben considerar las empresas. El tercer principio se refiere a la reciprocidad que revela una idea de síntesis y equilibrio entre lo que la empresa da y lo que recibe de la sociedad. La responsabilidad social es algo que se ejerce dentro del
concepto de una compleja red de interdependencia. La empresa es estimada en función de lo que haga “en” la sociedad, “con” la sociedad y “para” la sociedad. Pero de igual manera, la responsabilidad social de la empresa requiere que la sociedad le proporcione legitimidad institucional, estabilidad política, seguridad jurídica, libertad de empresa y transparencia. Podríamos decir, desde una instancia más esencial, que la relación de la empresa con la sociedad se ajusta a los alcances de la expresión de Martín Buber, según la cual: “Vivimos inescrutablemente incluidos en la fluyente reciprocidad universal”. Realmente, así como no hay ningún rico que no tenga algo que recibir ni algún pobre que no tenga nada que dar, de manera análoga, no hay ninguna empresa que no tenga la necesidad de recibir algo ni una sociedad que no pueda ofrecerle algo. Precisamente, el principio de la reciprocidad sirve para romper el esquema según el cual, “tú eres el problema” y “yo soy la solución”. En el marco de la sociedad actual debe admitirse que “somos el problema” o “somos la solución” de algo que nos afecta por igual y que, en consecuencia, reclama nuestros esfuerzos conjuntos. En medio de estas apreciaciones puede acuñarse la idea de que no se puede ser sin tener, pero igualmente no se puede ser solo aspirando a tener.
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EL REPLANTEAMIENTO DE LAS RELACIONES DE LA EMPRESA Por: Victor Guédez La empresa es una organización de humanos y, en consecuencia, debe ser una organización humana. Toda organización humana debe trabajar para hacer más humano al ser humano. “Cuando el hombre –afirmó Su
Santidad Juan Pablo II– es considerado más como un productor o un consumidor de bienes que como sujeto que produce y consume para vivir, se termina por alienarlo y oprimirlo”. Además de esta condición humana de la empresa, debe enfatizarse su carácter social pues ella es empresa por la sociedad, con la sociedad y para la sociedad. La empresa asegura su avance como consecuencia del progreso de la sociedad. Es imposible que exista una empresa próspera en el contexto de una sociedad fracasada. La empresa es empresa en la sociedad, así como el ser humano es humano en un ser-con–los otros. Esta conciencia del carácter social de la empresa se ha incrementado con el tiempo y todavía establece horizontes de proyección. Las exigencias de los tiempos proscriben cualquier tipo de separación, enfrentamiento, o paralelismo entre la empresa y la sociedad. Tales opciones se comprenden mejor si nos paseamos, aunque sea brevemente, por las siguientes relaciones posibles: 1. Relaciones de dominación, que se apoyan sobre el interés de la absorción y sobre el paradigma del poder. 2. Relaciones de intercambio, que funcionan con base en la idea de la transacción y responden al paradigma de la negociación. 3. Relaciones de influencia, que proceden a partir de la autoridad y la capacidad de convocatoria que se tiene, y que atienden al paradigma del liderazgo.
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4. Relaciones de solidaridad, que representan aportes sin esperar nada a cambio y que se inspiran en el paradigma de la filantropía. 5. Relaciones de sinergia, que se orientan hacia un sentido de corresponsabilidad y se inscriben en un paradigma del bien colectivo. Los dos últimos tipos de relaciones son necesarios, en sentido general, pero lo son en grado superlativo en las naciones que no han alcanzado una condición de desarrollo. En este marco, se impone reivindicar la idea de las “ventajas cooperativas” ya que ellas remiten a la capacidad que las empresas tienen de asociarse con otras organizaciones, así como el enraizamiento orgánico con la sociedad en donde actúan. Actualmente, sobrevivir es convivir y no se puede vivir sin sobrevivir ni convivir. Lo que se impone es una cultura empresarial de la convivencia y de la sinergia con las instituciones públicas y privadas y, en general, con la sociedad en su conjunto. No es distorsionado adoptar aquí la letra y el espíritu del
siguiente fragmento del poema “Piedra del Sol” de Octavio Paz: “... para que pueda ser he de ser otro, /salir de mi, buscarme entre los otros, /los otros que no son sí yo no existo, /los otros que me dan la plena existencia, /no soy, no hay yo, siempre somos nosotros”. Apoyados sobre esta expresiva visión debemos sostener que las organizaciones sobreviven en la medida de que dan y reciben, de que comparten y aportan, de que crecen y hacen crecer, de que tienen conciencia de los límites y sentido de los privilegios. Relaciones Estado, empresa y sociedad Pero, además de la relación con la sociedad, la empresa debe establecer adecuadas y fructíferas relaciones con el Estado. La idea es conformar y reforzar un triángulo entre el Estado, la empresa y la sociedad. Para entender la dinámica de estas relaciones debe recordarse que el propósito último de la función económica es fomentar el bienestar de la
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sociedad. En el marco de la economía de mercado, ese propósito se realiza con base en acciones de competencia. En este punto aparece la distinción de funciones entre el Estado y la empresa. Al Estado le corresponde garantizar un ordenamiento socioeconómico justo, así como un adecuado respeto de los derechos humanos. El Estado, en este sentido, debe
asegurar no sólo un bienestar económico sino un espacio propicio para el despliegue de los valores de la sociedad. En este marco la empresa debe producir la riqueza necesaria así como las respuestas de colaboración que atiendan sus relaciones con la sociedad. Dicho en forma más directa: la empresa debe producir riqueza y el Estado debe favorecer las políticas que permitan una mejor distribución de esas riquezas en la sociedad. Pero, por encima de estos énfasis, la empresa y el Estado deben asumir una
responsabilidad orientada hacia el bien colectivo. “Una empresa no es sólo una comunidad de personas para fabricar productos y prestar servicio. En primer lugar, es una organización de personas, esto es, una organización social. Y así se define la relación entre el Estado, que determina el
ordenamiento económico y social, y su operatividad a través de normas jurídicas, y la empresa, que define su espacio ético en el que asume la eficiencia económica en la prestación de productos y servicios y la responsabilidad societaria que contribuye a su propia legitimación. Lo social no es un añadido a lo económico, sino que es parte constitutiva de lo económico. Es parte constitutiva de la función societaria de cada una de las empresas, y de cada una de las instituciones singulares”. (Santiago García Echeverría. En “Ética y empresa: una visión multidisciplinaria”). Para entender mejor estas relaciones podemos recurrir al ejemplo de cómo se desenvuelven tales relaciones en el territorio específico de la responsabilidad social que deben ejercer las empresas. Veamos primero la imagen para luego hacer las anotaciones que correspondan.
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MODELO DE COMPLEMENTACION ESTADO, EMPRESA Y SOCIEDAD
Prioridades del Estado
Necesidades de la Sociedad
Capacidades de la Empresa
Como se observa existen tres criterios esenciales para promover la concurrencia de esfuerzo en materia de acciones sociales eficientes. Las prioridades del Estado constituyen el primer criterio que muestra el modelo en cuestión. Ellas revelan los planes de desarrollo así como las líneas estratégicas que están previstas en el campo social, luego de los procesos técnicos propios de una adecuada planificación. En seguida localizamos las necesidades de las sociedades, y especialmente de las comunidades, que ponen de manifiesto algunas realidades de mayor exigencia y atención. El triángulo cierra con las capacidades de la empresa que significan las mejores competencias, las posibilidades más enfocadas y las disposiciones más interesadas de las empresas. Estos criterios convergentes entre el Estado, la sociedad y la empresa son la mejor garantía para que la responsabilidad social de la empresa se ejerza de manera eficaz, eficiente y efectiva. La eficacia vendría dada por la orientación adecuada de la acción; la eficiencia procedería de asegurar una gestión correlacionada con los recursos, tiempos y posibilidades disponibles; finalmente, la efectividad expresaría un impacto abarcador y expansivo sobre la población y el sector más necesitado. Al hablar de las relaciones entre Estado, empresa y sociedad aparece el tema de la confianza como el factor que sustenta toda la articulación. Cuando las relaciones se establecen a partir de la fuerza prevalece el
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concepto de poder que es capaz de premiar o castigar, pero cuando las relaciones se construyen a partir de la confianza priva el concepto de autoridad que es capaz de generar influencias y lealtades. Entre el Estado, la empresa y la sociedad puede existir confianza o desconfianza, y dependiendo de la prevalencia de una u otra actitud se producirán visiones distintas y se disminuirá o aumentará la sensación de vulnerabilidad y riesgo. La confianza es condición de convivencia social y requisito para el adecuado funcionamiento de las relaciones que se establecen con la sociedad. Realmente, la confianza es una especie de lubricante que favorece que las relaciones entre el Estado, la empresa y la sociedad, funcionen con transparencia y eficiencia. Entre el Estado, la empresa y la sociedad no deben establecerse comparaciones ni competiciones, por el contrario, debe privilegiarse el concepto de “ventajas cooperativas”. Estas proceden de aceptar que, más importantes que lo que se tiene o se sabe es lo que se hace con lo que se tiene y se sabe, según el propósito de compensar las debilidades y de afianzar las fortalezas de cada sector. Con Francis Fukuyama podemos repetir que “la cooperación... es la suma total de todas las normas, regulaciones, valores y comportamientos compartidos que permiten... trabajar en conjunto en una sociedad”. Principios que pautan las relaciones de la empresa con su entorno El significado de las relaciones establecidas permite hilar más fino acerca de los principios que pautan la relación de la empresa con su entorno. Estos principios son la corresponsabilidad, la subsidiaridad y la reciprocidad. Sobre la corresponsabilidad conviene recordar que la sociedad
contemporánea es un tramado tejido de organizaciones e instituciones que interactúan en función de una interdependencia creciente. Podría decirse que en nuestra sociedad todo se relaciona y que difícilmente puede comprenderse algo independientemente de esa visión de totalidad. Pero no
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sólo hay relaciones en todo, sino que también aparecen responsabilidades en casi todo. Las empresas en particular le deben a la sociedad su origen y, además, enfocan su destino en función de la prospectiva de la sociedad. En consecuencia, tienen una responsabilidad que comparten y
complementan con las responsabilidades de otras organizaciones e instituciones de la sociedad. Esa posibilidad de ejercer responsabilidades orientadas socialmente, así como la de compartir, complementar y reorientar las responsabilidades de acuerdo con realidades más exigentes, revelan el sentido esencial del principio de la corresponsabilidad. Corresponsabilidad no significa delegar mi responsabilidad en otro, más bien refleja asumir mi propia responsabilidad en el marco de una responsabilidad compartida con otros y orientada hacia un propósito común. Además, la empresa es responsable por lo que haga y corresponsable por lo que hagan las otras y por lo que haga con las otras. Con Adela Cortina, podríamos repetir que "las organizaciones y las instituciones tienen una responsabilidad social innegable, no sólo porque sus opciones repercuten en la sociedad, sino también porque los fines que persiguen son sociales” Luego de la corresponsabilidad encontramos el principio de la subsidiaridad que, en términos simples, consiste en apostar y aportar a otro para que amplíe la posibilidad de hacer lo que le es concerniente debido a su particular competencia. Es facilitarle a otra entidad para que haga lo que se ajusta más a sus capacidades que a las mías. En este sentido, se le
proporcionan los recursos y se le consolidan las capacidades que le hacen falta a otra entidad para que haga mejor lo que sabe hacer y lo que yo no puedo hacer. Más allá de esta versión escueta, tendría que advertirse que una entidad social de orden superior no debe interferir en la vida interna de un grupo social de orden inferior, con pretensiones de privarla de sus competencias particulares, por el contrario, debe ayudarla a coordinar su acción y a potenciar sus capacidades con el propósito de favorecer el bien común. Lo justo es respetar y promover las iniciativas de otras entidades, así como complementar y delimitar el papel del Estado para evitar
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excesivas y arriesgadas intervenciones. Este es el punto clave que deben considerar las empresas. El tercer principio se refiere a la reciprocidad que revela una idea de síntesis y equilibrio entre lo que la empresa da y lo que recibe de la sociedad. La responsabilidad social es algo que se ejerce dentro del
concepto de una compleja red de interdependencia. La empresa es estimada en función de lo que haga “en” la sociedad, “con” la sociedad y “para” la sociedad. Pero de igual manera, la responsabilidad social de la empresa requiere que la sociedad le proporcione legitimidad institucional, estabilidad política, seguridad jurídica, libertad de empresa y transparencia. Podríamos decir, desde una instancia más esencial, que la relación de la empresa con la sociedad se ajusta a los alcances de la expresión de Martín Buber, según la cual: “Vivimos inescrutablemente incluidos en la fluyente reciprocidad universal”. Realmente, así como no hay ningún rico que no tenga algo que recibir ni algún pobre que no tenga nada que dar, de manera análoga, no hay ninguna empresa que no tenga la necesidad de recibir algo ni una sociedad que no pueda ofrecerle algo. Precisamente, el principio de la reciprocidad sirve para romper el esquema según el cual, “tú eres el problema” y “yo soy la solución”. En el marco de la sociedad actual debe admitirse que “somos el problema” o “somos la solución” de algo que nos afecta por igual y que, en consecuencia, reclama nuestros esfuerzos conjuntos. En medio de estas apreciaciones puede acuñarse la idea de que no se puede ser sin tener, pero igualmente no se puede ser solo aspirando a tener.
Datos
En esta ponencia, Victor Guédez nos explica como deberían de replantearse las relaciones de la empresa con su entorno (Estado, Sociedad).