Derechos humanos y Relacionamiento Comunitario
Autor: Juan Ceballos Derechos humanos y relacionamiento comunitario
Responsable del área de Asuntos Jurídicos Institucionales de Cáritas. Miembro del Foro Ecuménico Social. Ponencia presentada en el taller sobre “Derechos humanos y la industria del petróleo y gas en América Latina” realizado el 3 y 4 de abril de 2007 en Buenos Aires, organizado por IPIECA y ARPEL.
El Foro Ecuménico Social nace con posterioridad a un coloquio de Desafío Empresario, celebrado en el 2001, en el que participaron hombres de empresa, líderes de ONG y religiosos de distintas confesiones. Era un momento muy difícil en la vida del país, que vivió una crisis como no había conocido, y considerando que la falta de ética y el olvido de los valores –tanto en la sociedad como en la dirigencia- eran algunos de los males que nos aquejaban, se entendió que era necesario un cambio social positivo y allí se decidió: • generar un espacio de reflexión sobre la ética y la responsabilidad social y empresarial, • favorecer el diálogo o, mejor dicho la cultura del diálogo, • premiar los esfuerzos solidarios de iniciativas de empresas y ONG. Desde entonces se desarrollaron múltiples actividades, que hoy continúan: simposios, conferencias, congresos de RSE, el Premio al Emprendedor Solidario, que se discierne anualmente, el Premio Latinoamericano a la Responsabilidad de Empresas y ONG, iniciado en el 2007, la Cátedra Abierta de Responsabilidad Social y Ciudadana, iniciativas para Jóvenes Emprendedores Sociales, y las Prácticas Educativo Laborales, entre otras. Este Foro, así concebido y llevado a la práctica, ha despertado interés particularmente en España, donde se realizaron reuniones o Coloquios, a fines de su consideración y análisis, en Madrid, Salamanca y Granada, junto con universidades. También en Italia se ha demostrado interés, sobre todo por la conjunción de empresarios, confesiones religiosas y ONG. Desde el primer momento se puso especial énfasis en la RSE, presentando un trabajo al respecto preparado por Adolfo Sturzenegger y equipo para el Foro, y presentado en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, entendiendo la Responsabilidad Social como una nueva ética ciudadana para actuar frente a los problemas colectivos, con una actitud de cooperación que no es asistencialismo ni paternalismo, sino la contribución activa y voluntaria de las empresas al mejoramiento, más allá del cumplimiento de las leyes y las normas, dando por supuesto su respeto y estricto cumplimiento. Las actividades de RSE engloban un conjunto de prácticas, estrategias y sistemas de gestión empresariales que persiguen un nuevo equilibrio entre las dimensiones económica, social y ambiental. A partir de esta concepción destacamos con énfasis especial el tema de los derechos humanos, que son transversales, es decir que informan todo nuestro accionar, pero que merecen ser tratados especialmente pues, si bien son importantes en toda actividad, lo son particularmente en las empresas: 1) Por la cantidad de actores involucrados en forma directa, en la actividad empresarial, como los accionistas, inversores, empleados, proveedores, y clientes; también el Gobierno y sus distintas oficinas y otros interlocutores que, si bien no participan directamente en las empresas tienen su influencia en las operaciones de la misma, como las organizaciones empresariales, sindicales y de la sociedad civil.
2) Por el impacto que ocasionan las actividades de las empresas en toda la sociedad, en las poblaciones directamente afectadas por las operaciones empresariales y en el medio ambiente. Desde nuestra perspectiva, el comportamiento socialmente responsable puede impulsar un cambio cultural, o significar el comienzo del mismo, que contribuya a cimentar una cultura de la responsabilidad social que afecte positivamente a todos los actores sociales y que permita mayor sustentabilidad y reducir los niveles de imprevisibilidad. El desarrollo plantea desafíos y es evidente que el Estado y la sociedad civil no pueden por sí solas atenderlos. Las empresas tienen mucho que hacer en este terreno, pero para eso es necesario que modifiquen su forma de hacer negocios, que tengan en cuenta la importancia y el valor de sus interlocutores, y que integren en sus operaciones consideraciones de índole ética, social y medioambiental. La sistematización de comportamientos socialmente responsables y su institucionalización permitirían configurar una cultura de la RSE que beneficiaría a todos y permitiría a las empresas llevar adelante sus negocios con mayor facilidad y beneficio para todos. El tema se vincula directamente con los derechos humanos y el relacionamiento comunitario. En general las empresas se relacionan con las comunidades en forma directa o indirecta, es decir, por intermedio de otras organizaciones, a esa ética ciudadana que actúa frente a los problemas colectivos en virtud de la creatividad que nace del diálogo, del trabajo conjunto, de la participación, de la cooperación. Lo que no pueden ni deben hacer es “delegar completamente la identificación de los problemas o necesidades sociales” porque ello significaría perder contacto con la realidad. En el relacionamiento directo es importante la actitud que se asume frente a una comunidad que puede sentirse invadida por una empresa, aunque ésta procure más trabajo o un mejor desenvolvimiento desde el punto de vista económico. Esto ya se trató en otros talleres que realizó Arpel en Cancún en 2006 donde se entendió la necesidad de entender el ambiente local, escuchar a la gente fuera de la compañía, aún a los críticos, estar más cerca de las comunidades en las que se opera, preocuparse y ocuparse de las consecuencias vinculadas al medio ambiente producidas por la actividad de la empresa; en definitiva, asumir una actitud de respeto a la comunidad de que se trate, aceptando la diversidad, las culturas diferentes, comprendiendo prejuicios, atendiendo a su idiosincrasia, y a sus tiempos. Las industrias del petróleo y el gas operan en áreas difíciles por múltiples causas; hay problemas políticos, económicos y sociales; hay historia y prejuicios y no es posible desentenderse o no procurar un buen relacionamiento con las poblaciones afectadas y por la sociedad en general. Así como hay una demanda de la sociedad respecto de las personas: que sean buenos ciudadanos, hay una demanda respecto de las empresas: que sean buenos ciudadanos corporativos. Y así surge la noción de ciudadanía corporativa que se sustenta en el reconocimiento de los derechos de la empresa y en la existencia de deberes que parten del cumplimiento de sus obligaciones legales, del comportamiento proactivo, previsor y responsable respecto del medio ambiente y de las poblaciones afectadas por sus operaciones, así como del respeto por los derechos humanos. Cuando el relacionamiento es indirecto, a través de ONG, se realizan alianzas que son importantes porque conectan los problemas de la sociedad con la empresa que se involucra en la solución. Pero para que la alianza sea efectiva estas ONG deben cumplir
ciertas condiciones: trabajar realmente sin fines de lucro, ser organizadas, especializarse en lo que van a hacer, tener capacidad de gestión, y cuidar su transparencia. El tema de las alianzas empresas-ONG es muy importante, pero la alianza también tiene que reunir ciertas condiciones; debe ser: genuina, sostenerse en el tiempo, coincidir en valores y objetivos, respetar los tiempos de la comunidad y realizar un esfuerzo de diálogo y comunicación. En todos los casos la sociedad exige de las empresas claridad, transparencia y comportamiento ético en toda su actuación, en todas sus operaciones. Esto puede surgir de un Código de Etica, por ejemplo, que sea adoptado por todos los empleados; o por otro tipo de requisitos vinculados a los proveedores; o por otro tipo de normativa que se vincule a los derechos humanos, que en algunos casos puede llegar a constituir una Política de Derechos Humanos bien fundada en los mismos. En general en los Informes y Programas de RSE se da cuenta de la implementación de los compromisos de la empresa vinculados a los derechos humanos, que se refieren, fundamentalmente a la Declaración Universal de Derechos Humanos, los principios del derecho al trabajo dictados por la OIT, la Convención de las Naciones Unidas sobre los derechos de los niños, particularmente respecto al trabajo infantil, la no discriminación, y la protección del medio ambiente. Habría que incluir el Pacto de Derechos Económicos Sociales y Culturales, que en nuestro país está incorporado a la Constitución Nacional, así como las leyes indígenas también consagradas en esa Constitución y en muchas Constituciones provinciales. En el año 2000 se acordó el Pacto Global, firmado por mas de 1300 empresarios representantes de corporaciones importantes a nivel mundial, dispuestos a hacer de la economía mundial algo sostenible, basado en 10 principios: • Apoyar y respetar los Derechos Humanos • No participar en su violación • Apoyar la libertad de asociación y negociación colectiva • Apoyar la eliminación del trabajo forzado • Apoyar la erradicación del trabajo infantil • Apoyar la equidad y justicia en las remuneraciones y la no discriminación • Adoptar prácticas preventivas en la protección del medio ambiente • Impulsar la responsabilidad ambiental • Incentivar tecnologías ambientales sustentables • Combatir la corrupción, incluso extorsión y coima. Es de desear que se cumplan todos estos principios, de los que dan cuenta muchos informes, a fin de acercarnos a los Objetivos del Milenio y para que construyamos un mundo más pacífico, próspero y justo, donde prevalezcan los valores de la libertad, la igualdad, la solidaridad, la tolerancia, el respeto a la naturaleza, y la responsabilidad común frente al destino de la humanidad, tal como se explicitó en la Cumbre del Milenio en Nueva York en el año 2000.
Datos
El Foro Ecuménico Social nace con posterioridad a un coloquio de Desafío Empresario, celebrado en el 2001, en el que participaron hombres de empresa, líderes de ONG y religiosos de distintas confesiones.
Era un momento muy difícil en la vida del país, que vivió una crisis como no había conocido, y considerando que la falta de ética y el olvido de los valores –tanto en la sociedad como en la dirigencia- eran algunos de los males que nos aquejaban, se entendió que era necesario un cambio social positivo y allí se decidió:
• generar un espacio de reflexión sobre la ética y la responsabilidad social y empresarial,
• favorecer el diálogo o, mejor dicho la cultura del diálogo,
• premiar los esfuerzos solidarios de iniciativas de empresas y ONG.
Desde entonces se desarrollaron múltiples actividades, que hoy continúan: simposios, conferencias, congresos de RSE, el Premio al Emprendedor Solidario, que se discierne anualmente, el Premio Latinoamericano a la Responsabilidad de Empresas y ONG, iniciado en el 2007, la Cátedra Abierta de Responsabilidad Social y Ciudadana, iniciativas para Jóvenes Emprendedores Sociales, y las Prácticas Educativo Laborales, entre otras.