El club de los millonarios generosos
El club de los millonarios generosos
Bernardo Kliksberg
Para LA NACION
Según datos recientes de la ONU, por primera vez en la historia más de mil millones de personas sufren hambre crónica en el mundo; la crisis dejó 50 millones de personas más en extrema pobreza en 2009, y se anticipa un aumento de otros 64 millones a fines de 2010. "En muchos países los volúmenes y precios de las exportaciones declinaron, las remesas migratorias bajaron, y el flujo de turistas y de inversiones directas se redujo", señala la administradora general del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, Helen Clark. A la crisis se le sumaron los cambios climáticos, que afectan a los más vulnerables. En estas condiciones, señala Clark, "alcanzar las metas del milenio de la ONU [que fijan mejorar las cuestiones más básicas para la gran población pobre] es más urgente y necesario". Se necesitan políticas públicas de la más alta calidad, y reforzar la cooperación internacional. Pero un aliado estratégico de gran potencial puede residir en la responsabilidad social empresarial. Tres pioneros en el tema, Bill y Melinda Gates, y Warren Buffett, terminan de lanzar un llamamiento sin precedente a los 400 multimillonarios americanos más ricos de la nómina anual que publica la revista Forbes . Los invitan a aportar durante su vida, o a su muerte, la mitad de sus fortunas a causas de interés colectivo. El llamado ha tenido gran repercusión y Fortune lo denomina "el desafío de los 600.000 millones" (el patrimonio acumulado de los 400 más ricos se estima en el doble). La contribución actual de los más ricos no superaría un 11 por ciento. Según las cifras de la FAO (Food and Agriculture Organization), organismo de la ONU, bastarían 30.000 millones de dólares para cambiar radicalmente la situación del hambre en el mundo. La idea del llamado surgió de una reunión inicial en la que los convocantes congregaron, entre otros, a David Rockefeller, George Soros, Ted Turner y otros multimillonarios, y que fue seguida por otras. Entre las ideas que se barajaron para estimular a los muy ricos a donar se halla un reconocimiento presidencial de los grandes filántropos, una película, guías para dar y una conferencia anual de grandes donantes. Se acordó finalmente pedir un "compromiso de dar". Los iniciadores están enviando cartas y comenzando gestiones entre otros billonarios. Cuatro ya se han sumado. Uno de los participantes en la reunión afirmó que, por lo pronto, "la propuesta de Buffett y los Gates hará reunir a la gente y pensar cuánto dinero necesitan ellos y su progenie, y considerar qué hacer con el resto". Buffett, uno de los inversores más exitosos de la historia, publicó la primera carta compromiso para explicar las razones que lo llevaban a donar el 99 por ciento de su patrimonio. Dice que no puede estar más feliz con esta decisión. Al evaluar su donación, destaca que mientras millones de personas que regularmente aportan con modestas contribuciones a iglesias, escuelas y otras organizaciones renuncian al uso de recursos que podrían beneficiar a sus propias familias, su aporte no supone resignar nada de lo que necesita o quiere. "Muchas cosas materiales hacen mi vida más disfrutable, pero muchas otras, sin embargo, no -explica-. Con demasiada frecuencia
una vasta colección de posesiones termina poseyendo a su dueño. Los activos que más valoro, aparte de la salud, son las amistades diversas, interesantes y de largo plazo." Con su usual sentido de la ironía, Buffett marca algunas contradicciones del sistema económico: "He trabajado en una economía que premia a aquel que salva la vida de otros en una batalla con una medalla, premia a los grandes maestros con notas de agradecimiento de los padres, pero recompensa a aquellos que detectan los errores en los precios de las acciones con sumas billonarias. En resumen, la distribución es salvajemente caprichosa". Destaca que si usa más del uno por ciento de su fortuna en los suyos, ni su felicidad ni su bienestar mejorarán; en contraste, el 99 por ciento restante puede tener un gran impacto en la salud y el bienestar de otros. La realidad, dice, lo ha puesto a él y a su familia ante un "curso obvio": "Quedarse con lo que necesitan y distribuir el resto a la sociedad para sus necesidades". Tanto Gates como Buffett están dando respuesta a una pregunta recurrente en la crisis actual: ¿deben las empresas reducir sus inversiones sociales? La fundación Gates las está aumentando y lanzó hace poco uno de los más ambiciosos planes de vacunación para niños pobres, por 10.000 millones para 10 años, que puede salvar más de ocho millones de vidas. Fue saludado especialmente por la Organización Mundial de la Salud. Por otra parte, con sus aportes a la lucha contra la malaria ha desarrollado, junto con laboratorios farmacéuticos, píldoras preventivas antimalaria con buen gusto que han sido distribuidas a millones de niños pobres en 24 países. El ejemplo del grupo pionero empeñado en expandir "el compromiso por dar" no es aislado. Viene acompañado de un replanteo creciente de sectores empresariales de punta sobre el rol de la empresa en el siglo XXI, a su vez surgido en la crisis por la mayor demanda de ética empresarial de la sociedad civil, los pequeños inversionistas y los consumidores. La idea de levantar muy alto el estándar de exigencias de la responsabilidad social empresarial es central en la New York Declaration, que han firmado empresas líderes en el marco del Pacto Global 2010, reunido por la ONU. Allí se obligaron, entre otros aspectos, "a llevar a una escala masiva la disciplina de la responsabilidad corporativa, ayudando a planear un futuro en el que el desarrollo sostenible, un planeta sano y la cooperación pacífica deben prevalecer". También a redoblar sus compromisos con los diez principios del Pacto Global y a "tomar acción en apoyo de las metas del Milenio". Además, piden a los gobiernos "estimular el compromiso del sector privado en iniciativas voluntarias que promuevan valores universales". La lógica que fundamenta las propuestas de Gates y Buffett no es nueva en la historia. Ya Santo Tomás de Aquino había planteado: "El pan que retienes les pertenece a los hambrientos; la ropa que guardas, a los desnudos, y el dinero que entierras (u ocultas) es la redención y la libertad de los pobres". Maimónides había exigido la solidaridad activa, simplemente como un modo de vida, que no merecía premios: debía ser el modo correcto de vivir. El libro más reciente del autor, escrito con el premio Nóbel Amartya Sen, es Primero la gente.
Datos
Según datos recientes de la ONU, por primera vez en la historia más de mil millones de personas sufren hambre crónica en el mundo; la crisis dejó 50 millones de personas más en extrema pobreza en 2009, y se anticipa un aumento de otros 64 millones a fines de 2010. "En muchos países los volúmenes y precios de las exportaciones declinaron, las remesas migratorias bajaron, y el flujo de turistas y de inversiones directas se redujo", señala la administradora general del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, Helen Clark. A la crisis se le sumaron los cambios climáticos, que afectan a los más vulnerables. En estas condiciones, señala Clark, "alcanzar las metas del milenio de la ONU [que fijan mejorar las cuestiones más básicas para la gran población pobre] es más urgente y necesario".
Se necesitan políticas públicas de la más alta calidad, y reforzar la cooperación internacional. Pero un aliado estratégico de gran potencial puede residir en la responsabilidad social empresarial.